No tuve ninguna dificultad para publicar, ni para ser editada. Quizás se debiera a la temática de mi poesía y de mi primera novela, pero lo cierto es que ser mujer más bien me pareció entonces una ventaja. Las dificultades que he percibido tienen que ver con la valoración crítica descalificadora con que se tiende a considerar el trabajo de un coro de mujeres latinoamericanas cuyas novelas han tenido, paradójicamente, mucho éxito editorial. Hablo de Marcela Serrano, Ángeles Mastretta, Laura Esquivel o Isabel Allende, por ejemplo. Este boom de mujeres escritoras ha sido menospreciado a nivel de la crítica masculina. Se nos ha acusado de hacer literatura de best-seller o literatura light. El concepto light fue usado, pienso, para restarle seriedad a la temática femenina abordada desde la cocina o desde el amor. Ese mote jamás se había aplicado a la literatura light escrita en abundancia por varones en la misma época. Esa actitud descalificadora es la misma que quiere insertarnos a las escritoras dentro del estanco de «literatura femenina» a partir del sexo de nuestras protagonistas o porque la obra trate algún aspecto de la condición femenina. Para las mujeres, el éxito pareciera ser la lápida bajo la cual yace la seriedad con que se trata la obra. He dicho esto a menudo para visibilizar este problema. Pienso que la crítica debe ser menos prejuiciada y más justa.
GIOCONDA BELLI, «El goce de nuestro cuerpo nos ha costado mucho más a las mujeres», entrevista de Carmen de Eusebio, Cuadernos Hispanoamericanos, Nº 775, Enero de 2015, págs. 100 y 101.