MUJER DE BARRO
Mujer de barro soy, mujer de barro:
pero el amor me floreció en el regazo.
MUJER
Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaban poetas, flor, perfume!...
Flor, no: florezco. Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente: doy el fruto.
El agua corre en mí: no soy el agua.
Árboles de la orilla, dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.
Ave que vuela, no: seguro nido.
Cauce propicio, cálido camino
para el fluir eterno de la especie.
DARSE
Tú dirás triunfante, con salvaje grito:
"'Eres mía, mía!..."
Yo diré, bajito,
muy bajo: "¡Soy tuya!"
Tu amor es de presa, de ofrenda es mi amor:
El Señor me ha dado la parte mejor.
SIN LLAVE
Me tienes y soy tuya. Tan cerca uno del otro
como la carne de los huesos.
Tan cerca uno del otro
y, a menudo, ¡tan lejos!...
Tú me dices a veces que me encuentras cerrada,
como de piedra dura, como envuelta en secretos,
impasible, remota... Y tú quisieras tuya
la llave del misterio...
Si no la tiene nadie... No hay llave. Ni yo misma,
¡ni yo misma la tengo!
IMPOTENCIA
¿Dónde estarán las palabras
que digan lo que yo quiero?...
El verso que dejo escrito
nunca es del todo mi verso.
ÁNGELA FIGUERA AYMERICH (Bilbao, 1902 - Madrid, 1984), Mujer de barro. Obras completas, Hiperión, Madrid, 1999, págs. 29-70.