miércoles, 3 de septiembre de 2025

Elizabeth Barrett exige a su admirador Robert Browning que la trate en sus cartas como una persona sin género o un hermano asexuado


Por lo que él mismo le confesó más tarde a Elizabeth, estaba convencido de que la quería aun antes de conocerla. Quizá fuese esa convicción lo que le llevó a ser tan insistente ante una mujer que, en principio, reaccionó con simpatía pero con cierta distancia a las cartas entusiastas de Robert. Acostumbrada a recibir mensajes de admiradores masculinos que jugaban con las reglas habituales de la galantería, le contestó estableciendo unas normas muy firmes para su posible relación epistolar: no quería que él emplease ninguno de «los convencionalismos habituales entre damas y caballeros». Exigía ser tratada como un compañero sin género, un hermano asexuado en aquella búsqueda infatigable del arte por excelencia.

Durante semanas, las frecuentes cartas estuvieron llenas de reflexiones y análisis literarios, que no escondían sin embargo las pasiones y debilidades de aquellas dos almas tan cercanas. Poco a poco, Elizabeth aprendió a confiar en Robert, y comenzó a hacerle confesiones más íntimas. Pero se resistió a que él la visitase. Estaba su timidez, desde luego. Y el miedo a perturbar al padre-ogro con la amistad de un joven soltero y atractivo. Pero también, quizá, el temor a decepcionarle: ya no era una mujer joven, y la enfermedad y los largos años de reclusión seguramente habían deteriorado su aspecto. Por mucho que viviera al margen de la vanidad, debió de costarle un gran esfuerzo enfrentarse a la mirada de un hombre admirado y admirador.


ÁNGELES CASO, Quiero escribirte esta noche una carta de amor: la correspondencia pasional de quince grandes escritoras y sus historias, Lumen, Barcelona, 2019.