lunes, 1 de septiembre de 2025

Una reflexión de Virginia Woolf


Cada vez que una lee de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre pienso que estamos en la pista de un novelista, un poeta abortado, o una Jane Austen muda y sin gloria, una Emily Brönte rompiéndose los sesos en el páramo o recorriendo con desolación los caminos, trastornada por la tortura de su genio. Me atrevo a afirmar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer. 


VIRGINIA WOOLF, Un cuarto propio, Alianza Editorial, Madrid, 2003, traducción de Jorge Luis Borges, pág. 56.