LAS MUJERES DE DAN BAILAN CON ESPADAS EN LAS MANOS PARA SEÑALAR EL TIEMPO EN QUE ERAN GUERRERAS
Yo
no caí del cielo
ni
descendí como plaga de langostas
a
beber color y fuerza de la tierra
y no vengo como la
lluvia
tributo o símbolo del devenir de la tierra
yo vengo
como mujer
oscura y abierta
a veces caigo como la
noche
suave
y terrible
solo cuando debo morir
para
nacer de nuevo.
Yo no vengo como guerrera secreta
con
una espada sin vaina en la boca
escondida tras la lengua
que
corta mi garganta en insignias
militares con una
sonrisa
mientras la sangre corre
garganta abajo y sale
por
agujeros en los dos montes sagrados
de mi pecho.
Yo
vengo como mujer
la que soy
expandiéndome por noches
risa
y promesa
y calor oscuro
calentando lo que toco
que
está vivo
consumiendo
solo
lo que ya
murió.
LETANÍA
PARA LA SUPERVIVENCIA
Para
las que vivimos en la orilla
sobre el filo constante de la
decisión
cruciales y solas
para las que no podemos
disfrutar
los sueños pasajeros de la elección
que amamos
en umbrales yendo y viniendo
en las horas entre
amaneceres
mirando dentro y fuera
a un tiempo antes y
después
buscando un ahora que pueda criar
futuros
como
pan en las bocas de nuestros hijos
para que sus sueños no
reflejen
la muerte de los nuestros;
Para las que
nos
fue marcado el miedo
como una leve línea en el centro de la
frente
aprendiendo a temer ya con la leche materna
pues por
esta arma
la ilusión de encontrar seguridad
los de torpes
pies esperando silenciarnos
Es para nosotras
este instante
y este triunfo
Nunca se esperó que sobreviviéramos.
Y
cuando sale el sol tememos
que no se quede
cuando el sol se
pone tememos
que no salga por la mañana
cuando el estómago
está lleno tememos
la indigestión
cuando el estómago
está vacío tememos
no volver a comer nunca
cuando nos
aman tememos
que el amor se desvanezca
cuando estamos solas
tememos
que el amor nunca vuelva
y cuando hablamos
tememos
que nuestras palabras no se oigan
ni sean bien
recibidas
pero cuando callamos
aún tememos.
Así
que es mejor hablar
recordando
que nunca se esperó que
sobreviviéramos.
NOTA
ESCOLAR
Mis
hijos juegan con calaveras
pues sus clases las vigilan
hechiceros
que gritan cuando las paredes se derrumban
como
papel de baño
brujos rollizos pronuncian viejas maldiciones
en
una lengua no instruida
examinan a los niños de su
sentido
asignan notas
en un holocausto que oscila
entre
la furia y el desprecio.
Mis hijos juegan con calaveras
en
la escuela
ya han aprendido
a soñar la muerte
sus
patios son cementerios
donde las pesadillas del no
salvaguardan
tierras prestadas
llenas de huesos del mañana.
Mis
hijos juegan con calaveras
y recuerdan
que para el
asediado
no hay lugar
que no pueda ser
hogar
ni
que lo sea.
Y
QUÉ PUEDES ENSEÑAR TÚ A MI HIJA
A
qué te refieres
no, no, no
no tienes derecho
a
saber
cuántas veces
erigimos a la otra
como
refugio
contra el frío
y hasta mi hija sabe
que lo
que sabes
puede dolerte
dice sus noes
y le
duele
dice
cuando habla de liberación
habla de
liberarse
de ese dolor
que ella sabe
lo que
sabes
puede doler
pero lo que no
sabes
puede
matarte.
LA
HERMANA LA EXTRANJERA
Nacimos
en un tiempo pobre
sin tocar nunca
el hambre de la otra
sin
compartir nunca
nuestros mendrugos
por miedo a
que el
pan se hiciera enemigo.
Hoy criamos a nuestras hijas
en
el respeto por sí mismas
y por las otras.
Hoy has
hecho a la soledad
sagrada y útil
y ya no la
necesitas
hoy
tu luz brilla muy fuertemente
pero
quiero
que sepas
que tu oscuridad es también
rica
y
trasciende el miedo.
AUDRE LORDE, El unicornio negro, Ediciones Torremozas, Madrid, 2019, traducción de Jimena Jiménez Real.