El redactor del Correo Literario tenía que permanecer anónimo para los autores que le enviaban epigramas, aforismos, dramas, relatos, novelas, sonetos y poemas. Hubo incluso amenazas, preguntas “¿Por qué no lo publicáis?” y “¿Por qué tipo de criterios se rige el redactor?” y afirmaciones de que a la novia, la mujer, el amigo sí que le había gustado. Szymborska contestaba de manera cordial, pero también con severidad. Explicaba que la obligación de la familia es alabar y animar (“sobre todo, a los primos ha de gustarles todo”). Recordaba que “más obras maestras nacieron gracias a amigos escépticos que entusiastas” y que “la muchacha capaz de espetar en la cara del adorado que compone rimas simplonas es un verdadero tesoro”.
Una vez, en la columna de debutantes, Szymborska publicó el poema titulado “Vaca”, lo que provocó un aluvión de protestas. En el Correo Literario contestó que por lo visto el poema “había afectado a la jerarquía estética de las emociones del lector. Según dicha jerarquía, en la poesía es propio un ruiseñor, adecuada una mariposa e idónea una doncella de tez blanca junto a un lago. Una vaca, en cambio, aun siendo obra de la misma naturaleza, una obra maestra que supera cualquier competencia, sólo se tolera en un libro de contabilidad de una cooperativa agraria con el título de “cabezas de ganado”. Qué retroceso del gusto frente a los antiguos griegos, que adoraban a Hera con el apodo de “ojos de vaca”.
ANNA BIKONT y JOANNA SZCZĘSNA, Trastos, recuerdos, Pre-Textos, Valencia, 2015, traducción de Elzbieta Bortkiewicz y Ester Quirós, págs. 224 y 225.