Tres poemas de Elisa Biagini, traducidos por Andrea Livini y Joaquím Brotons


Déjate una semilla en la mano
que te crezca en las venas, que
sobreviva a las tinieblas: 

te rehaga
el dedo que tienes
cortado por cada
uno de tus muertos.

(Clonada de las orejas

nuevamente en la plaza)


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¿Qué foto escogeremos?

¿A qué edad has sido más tú
misma con el cerebro que crecía

sobre las cosas, ciudad-estado de meninges
y sangre? Ojalá ojeando

el álbum de los genios, o leyendo
la memoria en los cabellos, a ti, ya sin

zapatos, nariz al aire, callada en
una habitación sin muebles, la

mantequilla ya no más fundida
sobre la frente; más magra

de casi 21 gramos.

Si las cenizas serán
pasto de un árbol (y tus

empastes mis botones),
haré la foto a aquel, que te

hará crecer de nuevo el cerebro, ciudadela
de raíces y hojas.


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Reducidos,
apartados por
los líquidos

y entonces yo corto
los tallos a los
cuchillos
como a las flores
de los días

yo Blancanieves,
corto las piernas
a las sillas.

Para vosotros secados
los platos de fruta
son bandejas.


ELISA BIAGINI, antologada por Giuliano Ladolfi en La obra común, Ediciones Bassarai, Vitoria-Gasteiz, 2004, págs. 58-65.