Déjate una semilla en la mano
que te crezca en las venas, que
sobreviva a las tinieblas:
te rehaga
el dedo que tienes
cortado por cada
uno de tus muertos.
(Clonada de las orejas
nuevamente en la plaza)
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¿Qué foto escogeremos?
¿A qué edad has sido más tú
misma con el cerebro que crecía
sobre las cosas, ciudad-estado de meninges
y sangre? Ojalá ojeando
el álbum de los genios, o leyendo
la memoria en los cabellos, a ti, ya sin
zapatos, nariz al aire, callada en
una habitación sin muebles, la
mantequilla ya no más fundida
sobre la frente; más magra
de casi 21 gramos.
Si las cenizas serán
pasto de un árbol (y tus
empastes mis botones),
haré la foto a aquel, que te
hará crecer de nuevo el cerebro, ciudadela
de raíces y hojas.
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Reducidos,
apartados por
los líquidos
y entonces yo corto
los tallos a los
cuchillos
como a las flores
de los días
yo Blancanieves,
corto las piernas
a las sillas.
Para vosotros secados
los platos de fruta
son bandejas.
ELISA BIAGINI, antologada por Giuliano Ladolfi en La obra común, Ediciones Bassarai, Vitoria-Gasteiz, 2004, págs. 58-65.
