El talento es solo un instrumento. Es como tener un bolígrafo que funciona en lugar de uno que no. No digo que yo sea capaz de trabajar sistemáticamente bajo esa premisa, pero parece que la gran diferencia entre el buen arte y el arte mediocre radica en algún lugar dentro del propósito del corazón del arte, en los intereses de la consciencia que hay tras el texto. Tiene algo que ver con el amor. Con la disciplina de sacar la parte de ti capaz de amar en lugar de esa parte que solo quiere ser amada. Sé que esto no está de moda en absoluto. No sé. Pero al parecer una de las cosas que los escritores de ficción verdaderamente geniales hacen —desde Carver a Chejov hasta Flannery O’Connor, o como el Tolstoi de «La muerte de Iván Ilich» o el Pynchon de El arcoíris de gravedad— es darle al lector algo. El lector se marcha del arte auténtico mucho más pesado de lo que entró. Más lleno. Toda la atención y el compromiso y el trabajo que se le requieren al lector no pueden ser para tu propio beneficio; tiene que ser para el suyo.
DAVID FOSTER WALLACE, Conversaciones con David Foster Wallace, edición de Stephen J. Burn, Editorial Pálido Fuego, 2016, Málaga, traducción de José Luis Amores, pág. 99.