Ninon de Lenclos vivió mucho, en todos los sentidos. Murió a los ochenta y cuatro años, en 1705, tratada y respetada como una auténtica leyenda viva del mundo intelectual y social parisino. Su final fue consecuente con su filosofía. Otras damas que habían llevado vidas sentimentalmente agitadas solían arrojarse a los brazos de la devoción cuando les llegaba la vejez. Ella, en cambio, jamás renegó de lo que había sido. Mantuvo intacto su espíritu fresco y alegre hasta el final, y siguió defendiendo aquella manera de pensar que la había sostenido en los buenos tiempos y lo hizo también en los malos: ni la desaparición de muchos de sus grandes amigos, ni la vejez ni la proximidad de su propia muerte hicieron flaquear ni un momento su ateísmo y su celebración de los sentidos y el placer.
Un pequeño gesto final parece completar sorprendentemente su vida: en su testamento, Ninon le dejó una cierta cantidad de dinero al hijo de doce años de su notario para que se comprase libros, fascinada por su inteligencia. El niño se llamaba François-Marie Arouet, y sería conocido como Voltaire.
ÁNGELES CASO, Quiero escribirte esta noche una carta de amor: la correspondencia pasional de quince grandes escritoras y sus historias, Lumen, Barcelona, 2019.