Elizabeth Bishop descubre la cortisona


Bishop solía sentirse culpable por su modesta producción (apenas publicó un centenar de poemas a lo largo de su vida), y deseaba haber escrito más. Hubo un corto periodo de tiempo durante los cincuenta en que intentó acelerar el proceso creativo con estimulantes. Por aquel entonces ya se había marchado de Estados Unidos para irse a vivir a Brasil junto a su amante, la arquitecta Lota de Macedo Soares. Pero al instalarse en su nueva casa descubrió que su asma crónica había empeorado significativamente. Para paliarla, Bishop empezó a tomar cortisona, y descubrió unos efectos secundarios del fármaco que podían ser potencialmente beneficiosos para una escritora; producía insomnio mezclado con una especie de euforia creativa, una combinación que consideró que podría resultarle muy útil para seguir escribiendo los poemas y los relatos en los que estaba trabajando en ese momento. "Empezar a tomarla es absolutamente fantástico", aseguró Bishop al poeta Robert Lowell, su amigo íntimo y confidente. 
Puedes pasarte la noche entera escribiendo y al día siguiente sentirte estupendamente. Gracias a la cortisona, en tan solo una semana he conseguido escribir dos relatos. Cuando pasa el efecto no te sientes muy mal si sigues todas las recomendaciones, pero una vez no lo hice y estuve llorando durante un día entero sin motivo alguno. Ahora, espero que me ayude a terminar este poema imposible para H. Mifflin [su editor]... [...]. Pruébala algún día. Me parece que puede ir bien para todo.
Pero la euforia duró más bien poco, ya que Bishop enseguida empezó a preocuparse por los efectos que el fármaco estaba ocasionando en sus emociones y dejó de tomarlo. Parece ser que con el tiempo acabó aceptando su ritmo de trabajo paulatino e intermitente. Le gustaba citar a Paul Valéry: "Un poema nunca se acaba, solo se abandona".


MASON CURREY, Rituales cotidianos: las artistas en acción, Turner Publicaciones, Madrid, 2019, traducción de Marta de Bru de Sala.

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